Ingredientes:
- 2 huevos
- 300gr de pan rallado
- 300gr de harina
- aceite de girasol
- 600gr de pollo
- 400gr de bechamel
- 1 cucharadita de nuez moscada
- sal
Preparación de las croquetas de pollo caseras:
- En una sartén vierte un buen chorro de aceite y espera a que se caliente.
- Echa el pollo previamente salado y dóralo.
- Apaga el fuego y deja enfriar el pollo. Cuando alcance temperatura ambiente, desmigájalo con las manos a fin de que queden las fibras naturales del pollo.
- En una olla prepara la bechamel. Añade la nuez moscada y prueba de sal.
- En el bol donde hayas puesto el pollo, añade la bechamel caliente y mezcla todo. Deja que repose 20 minutos sobre el mármol de la cocina con un paño que cubra el bol.
- Ahora vierte la harina en un plato y ten al lado un plato limpio. Toma porciones de la masa de carne, haz con ellas una bola y dales la forma de la croqueta haciéndolas rodar con las manos. Colócalas dentro del bol de harina y haz que se impregnen bien. Finalmente sacúdelas un poco para que caiga el exceso de harina y colócalas en el plato que tengas al lado.
- En un plato bate dos huevos y reserva.
- Llena de pan rallado otro plato hondo.
- En un tercer plato coloca papel absorbente.
- Llena hasta la mitad una sartén con aceite. Ponla al fuego y espera a que se caliente bastante.
- Toma una croqueta rebozada de harina y colócala dentro del recipiente con el huevo. Cuando esté bañada con huevo, la colocas en el plato con pan rallado.
- Cuando la croqueta esté rebozada de pan rallado, la deslizas en el aceite caliente. No la dejes caer bruscamente en el aceite porque salpicará y mucho. Lo ideal es que hagas esto cuando tengas todas las croquetas rebozadas con pan rallado, y es que como verás, las croquetas se fríen rápido, y antes de que se doren en exceso, tienes que darles la vuelta con una pinza y sacarlas en cuanto veas que están completamente doraditas. Si vas metiendo croquetas en el aceite a la vez que las vas rebozando, se te quemará más de una.
- A medida que vayas sacando las croquetas, colócalas en el plato con papel absorbente para que chupe el exceso de aceite de éstas. Lo ideal es comerlas calientes, al minuto de haberlas frito. Verás que están riquísimas y que, aunque sean más laboriosas que comprar las congeladas del supermercado, el sabor no tiene absolutamente nada que ver.
- ¡Buen provecho!
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