Cocinar cebolla es a veces toda una molestia por diferentes razones. La más obvia es que nos ponemos a llorar en cuanto comenzamos a cortarla, pues la cebolla, al igual que el ajo, el puerro y el cebollino, contiene alicina, un compuesto que nace de la catálisis de la encima alinasa.
Esta catálisis ocurre por la mezcla de la alinasa con otra encima, la aliina, y esta mezcla se produce al cortar la cebolla o machacarla.
A pesar de que nos hace llorar, la alicina es el compuesto que hace que la cebolla sea un alimento casi medicinal: tiene un poder antifúngico y antibacteriano importante, es un antioxidante excelente, ayuda a eliminar toxinas del cuerpo, es antiinflamatoria (por eso es conveniente echarla en el caldo cuando hacemos arroz hervido si estamos pasando por una gastroenteritis), y nos ayuda a reducir los niveles de colesterol y alta presión sanguínea.
Consejos a la hora de cocinar con cebolla
Una manera de evitar el efecto de la alicina en nuestros ojos al cortar cebolla es abrir el agua del grifo y dejarlo correr mientras cortamos la cebolla. También es eficaz mojar la cebolla una vez la tenemos pelada.
A veces las cebollas cuestan de pelar. En ese caso vierte encima un poco de agua hirviendo, es mágico.
Si quieres hacerlas más digestibles sólo tienes que sumergirlas unos segundos en una olla con agua hirviendo.
Para quitar el olor de las manos, de los cuchillos y de la tabla de corte, basta con derramar agua fría encima. Esto no lo he probado pero mi abuela solía frotarse las manos con el acero inoxidable de las ollas, decía que así el olor se eliminaba completamente.
Si lo prefieres, puedes irte a comer a un restaurante y así evitar el desagradable olor a cebolla en la cocina o en tus manos, ¿Necesitas una excusa mejor?